Muchos futbolistas se vieron compelidos a buscar refugio o tirarse en la cancha, cubriéndose la cara con las manos, e incluso luchando a golpes contra los insectos invasores, mientras compañeros más afortunados ayudaban a los que quedaron cubiertos por decenas de abejas. Se informó que tres jugadores sufrieron serias picaduras, aunque sin consecuencias de gravedad.